No es la facultad de hablar lo que establece el poder, es la facultad de hablar en la medida en que se rigidiza en un order, en un sistema de reglas … La lengua, dice Barthes (…) me obliga a enunciar una acción poniéndome como sujeto, de manera que a partir de ese momento lo que haga será consecuencia de lo que soy; la lengua me obliga a elegir entre masculino y femenino, y me prohíbe concebir una categoría neutra … me impone comprometerme con el otro,ya sea a través del «usted» o a través del «tú» … Naturalmente Barthes hablá del francés … En conclusión «A causa de su misma estructura, la lengua implica una relación fatal de alienación». Hablar es someterse: la lengua es una reacción generalizada. Además: «No es ni reaccionaria ni progresista, sino simplemente fascista, ya que el fascismo no es impedir decir, es obligar a decir».