La mística, le creencia que fuerzas superiores, sobrehumanas afectan nuestros rumbos y que algunas pueden doblegarse para cumplir nuestros deseos y otras pueden entenderse e interpretarse para dar sentido a lo que nos sucede a partir de suposiciones que se creen reales, verdaderas y validas es algo que desarrollamos desde los primeros pasos en el razonar de los seres humanos y nos ha acompañado desde ese primer momento en que atribuimos poderes divinos al trueno, al volcán y a los animales.

Creer en algo superior es algo que llevamos en nuestra psique impregnado a fuego y no está ni bien, ni mal, es parte de lo que nos define como especie. A partir de razonamientos, evolución social, adaptación cultural y la aparición y presencia de las ciencias y sus herramientas, estás creencias místicas, mágicas, religiosas han sido contradichas. Sin embargo seguimos creyendo.

El más ateo entre nosotros va a tener dificultades tratando de explicar su postura sobre las coincidencias o el "pasó por algo" sin recurrir a sus creencias, incluido el nihilismo

Psicológicamente este comportamiento explica y justifica la delegación de la responsabilidad, de la culpa.

Incluso el más estoico al menos una vez en su vida se deslindará de sus responsabilidades, de su dolor, de su culpa.

De un lado del espectro están los fanáticos, aquellos que ciega y tercamente aceptan como verdades los "postulados" místicos y son capaces de ir a las armas por ellos.

Al otro lado del espectro están los vendedores de humo, los shamanes modernos, los gurús actualizados y contemporáneos, y no es que recién aparecen, siempre han estado presentes pero ahora gracias a la interactividad, la virtualidad y todo aquello que conocemos como parte de la modernidad líquida, se han potenciado.

Creadores de cultos, couches de la vida fácil, profetas del narcisismo exacerbado y el optimismo cruel, son aquellos que promulgan y promueven el falso criterio, el falso razonar y el sinsentido que sigue flotando en nuestra sociedad.

Son ellos quienes promueven la ignorancia y con ello la negación de la culpa y la delegación de la misma con sus consecuencias, que no son pocas, entre ellas los fanatismos, la falta de responsabilidad de los actos y la responsabilización a terceros humanos y divinos.

Son ellos los que disfrazando de "conocete a ti mismo" provocan precisamente lo contrario.