Recientemente ví "La noche de 12 años" que cuenta la historia del encierro clandestino que sufrieron Mauricio Rosencof, Eleuterio Fernández y José Mújica durante 12 años.

Los movían constantemente de ubicación, a veces a prisiones en el interior del país, a veces a calabozos (al parecer improvisados) como silos de agricultura, en el medio, obviamente, eran torturados de muchas formas. En la película (a mi parecer suavizada de lo que debió suceder en realidad) los golpean, escupen, orinan en su comida o encima de ellos, los "bañan" con agua helada disparada a presión, todo eso es aberrante y doloroso de ver (y de imaginar) sumado al hecho que había orden que nadie hablará con ellos y ellos no podían hablar entre sí, pero la que me sacó de mi raciocinio y lo único que pude expresar fue "que HDP, eso ya es saña" fue cuando en un lugar (al parecer del interior del país) en las celdas que eran relativamente grandes, con pintura blanca dibujaron un cuadrado de no más de dos metros cuadrados, es decir les permitían ver el espacio en el que podrían moverse pero solo eso, mirar ese espacio, no podía moverse fuera de su cuadrado dibujado con pintura blanca.

Ahora bien, hace unas semanas terminé de leer "sobre la violencia" De Hannah Arendt, en el que su autora hace un análisis sobre la violencia, como es usada, cuando es usada y por quienes es usada y más allá de lo expuesto en el libro (con el que concuerdo en su totalidad y además puedo decir que aprendí cosas que no las había siquiera considerado como tales) algo que puedo decir para concluir es que los humanos (tal vez como parte de nuestra evolución hacia seres conscientes de nuestra existencia) somos duales en nuestro actuar y en nuestro sentir, sentimos placer al ser "buenos" y sentimos placer al ser "malos", incluso sentimos placer cuando recibimos ese mal (no todos, no todo el tiempo, pero si en una generalidad).